Si os asomáis conmigo por esta ventanita, os contaré un cuento. ¿Queréis?
Érase una vez una niña pequeña que parecía chinita, a la que su madre, la sirena Aldabra, le llamaba "Currusquiña" de forma cariñosa, aunque su nombre verdadero era Senia.
La niña Senia creció poquito a poco, con muchos mimos y cuidados. ¡Ojito con el sol en la cabeza!.
Su madre la llevaba muchas veces a pasear al puerto y le enseñaba los barcos y las grúas gigantes. Y también la acercaba a ver la Fuente de las ranitas y los delfines, ya que le gustaban mucho los chorros saltarines del agua.
"Currusquiña" era una niña muy sonriente aunque con un genio bastante respondón, que a la Sirena Aldabra volvía loca. Estaban siempre en un rifi-rafe, tensando la cuerda por los dos lados a ver quién podía más. Siempre ganaba mamá Sirena, no podía ser de otra manera, porque quería hacer de la niña una mujer de provecho y no podía bajar la guardia ni concederle caprichos.
Senia (porque a medida que creció dejó de ser "Currusquiña") no tardó mucho en hacer buenas amigas en el colegio porque tenía un caracter muy sociable y dicharachero. Su "más amiga" desde Primaria era Quela. Coincidieron en un campamento de verano en Sarria, con 8 años y ya nunca más se separaron hasta... La muerte que es traidora se llevó a Quela con 18 recién cumplidos. Una gran pérdida que Senia tardó en asumir. Y aquél "SIEMPRE" que un día escribieron en una foto de la dos tuvo que convertirse en un adiós cruel.
Estuvo mucho tiempo triste. Muy triste. La Sirena Aldabra, la vigilaba de cerca para que no se desmoronara y procuraba, en la medida de lo posible, que tirara para delante, sin Quela presente de forma física, pero con Quela en el corazón. Ahí sí que siempre Quela estaría PARA SIEMPRE.
Muy perdida, Senia buscaba explicaciones y porqués. No era capaz de encajar que hay cosas que suceden porque sí, porque está escrito en nuestro destino desde el mismo momento en que nacemos.
Y dejó el mar. Porque Quela era el mar. Y sigue siendo el mar.
Pero siguió haciendo nuevos nuevos amigos porque la vida sigue, lo queramos o no y hay que vivirla de la mejor forma posible.
Y con ellos voló alto.
Y viajó lejos.
Y estudió todo lo que pudo aunque a veces los resultados no la acompañaran.
Y descubrió cosas nuevas que la llenaron de asombro.
En todo este periplo que estaba siendo su vida, la acompañó desde el primer día su querida prima Ale, de su misma edad. Tan sólo las separan 15 días de diferencia en la fecha de nacimiento. Dos caminos paralelos que se tocan cada año por Semana Santa, Navidades, algún puente, Verano... porque viven separadas por unos cuantos cientos de kilómetros.
Entre riñas y reconciliaciones siempre supieron encontrar el lugar exacto en el que seguir queriéndose como familia y como buenas amigas.
Senia cumplió los 16 acompañada de sus abuelos, los padres de la sirena, a su lado cada día como ángeles de la guarda.
Y como regalo, mamá Aldabra le dejó conducir una motocicleta para poder realizar sus desplazamientos con más comodidad. Además, así se libraba ella de hacer algunos viajecitos para recogerla, al menos los días que no lloviese.
En su camino de hacerse mayor, Senia quiso probar la miel de las pasarelas.
Y participó en algún desfile local. ¡Que desengaño descubrir que hasta en estos acontecimientos menores había enchufismos, rencillas, envidias...! Así que pronto renunció.
Y siguió buscando su lugar en el mundo, disfrazándose, a veces, de otra chica que no era ella.
Probó a ser una mujer fatal,
y una chica rebelde.
Pero le iba más el papel de Maga, sacándose del sombrero una paloma blanca, si era necesario.
O el de reportera gráfica. Porque si había algo con lo que siempre disfrutaba Senia era con dejar constancia de todas las cosas bonitas que le iban pasando en la vida.
Como por ejemplo, irse de boda.
O de excursión con el Instituto. Más cuando aún por encima, venía con un oso de peluche de regalo.
¡Ay, la niña "Currusquiña", aquella de cara de chinita! Creció tanto y tanto creció que hasta se echó un novio.
- ¡Parece mentira! ¿ Pero como puede ser?, se preguntaba la Sirena Aldabra, si para ella, la niña "Currusquiña", seguía siendo una niña pequeña.
- ¡Ay, mi pequeña!, decía la Sirena Aldabra. ¡Ay, que mayor soy ya! Este verano, otra vez el 12 de Julio, cumplirá un año más, no paraba de repetirse cansinamente.
- ¡¡¡ 19 años!!!, ¡¡¡ No puede ser !!!
- ¿Cuándo te escapaste de mis brazos?, se decía Aldabra, cariacontecida.
Pero como la sirena Aldabra era una Sirena muy positiva, que no se dejaba vencer facilmente por las dificultades, le dijo a la niña Senia:
- Pues, ea, si tienes que cumplir años, cúmplelos, pero no te olvides de algunas cositas:
Que estoy muy orgullosa de ti y que a pesar de que te reprendo muy a menudo es porque te quiero y quiero que aprendas como se han de hacer las cosas.
Que mi deseo es que la vida te depare lo mejor y que si no es así, estés preparada para afrontar las contrariedades. No te olvides nunca de luchar. Y de luchar. Porque nada se consigue sin esfuerzo.
Que intentaré seguir a tu lado para ayudarte, como hasta ahora, pero recuerda que lo difícil tendrás que hacerlo tu misma. Porque aunque te quiero mucho mucho, las madres no lo podemos todo.
Con todo mi corazón,