O de como nosotros llegamos a los libros.
Soy socia de Círculo de Lectores desde hace muchísimos años, aunque algunos periodos de forma intermitente. Puntualizo: la verdad es que la primera que fue socia fue mi abuela. Ella no leía pero compraba los libros para mí cuando era pequeña, para cuando fuera mayor. Pocas novelas, eso sí, casi todos eran libros educativos: la enciclopedia "Maravillas del saber", una de Geografía Universal, un diccionario enciclopédico de la A a la Z, otra colección de libros de peces, de animales salvajes, de flores y plantas... Después, años más tarde, pasé a ser la socia yo. Y los libros fueron diferentes. Muchas novelas. Libros de relatos. Y más novelas.
Pero a lo que iba.
En la última revista de Círculo compré dos libros que resultaron ser muy de mi agrado. El primero que leí (la semana que estuve en Valencia de vacaciones) fue "El frío modifica la trayectoria de los peces" de Pierre Szalowski. Un libro ameno, espontáneo, tierno, divertido, optimista, tan original como un cuento de hadas y al mismo tiempo real, que se lee del tirón.
"Tenía seis años y medio cuando Alex, mi único amigo, me dio la triste noticia con una amplia sonrisa. De repente sentí que perdía pie en un mundo donde todo tenía una explicación. Para olvidar mi decepción, en la escuela hice lo mismo que Alex. Me dediqué a convencer a los más pequeños de que Papá Noel era un invento de los padres. En casa intenté con algunas indirectas que mis padres entendieran que ya era hora de que dejaran de decirme que si no me portaba bien Papá Noel no me traería nada. Pero cuando vi la mirada de pánico que mi madre lanzó a mi padre, lo dejé correr. No quería que se pusieran tristes. A veces hay que mentir a los padres para que estén contentos."
El segundo que leí, ya de vuelta en casa, fue "Quieto" de Màrius Serra. Una especie de bitácora que cubre siete años de la vida de Lluís Serra Pablo, alias LLulu, el segundo hijo del autor que nació con una grave encefalopatía que la ciencia neurológica todavía no ha sido capaz de definir. Lejos de ser un libro triste (que también lo es) pretende ser un canto a la vida. Como dice Màrius "He buscado una forma narrativa de explicar el ambivalente estado emocional que provoca tener un hijo que no progresa adecuadamente. Un estado a menudo expuesto al aguijón del dolor, pero en el que predomina el regocijo y el embeleso."
"Veo el futuro. Querer creer que la esperanza de vida del Llullu es la de un niño occidental cualquiera resulta una quimera. Un engaño. Y, francamente, ha llegado un momento en el que el ingenio del engaño ya sólo me interesa entendido como bella arte."
"Me miro y me remiro, pero no descubro ningún rastro demasiado específico. En cambio, me sobresalta reconocer rasgos muy claros de mi padre en mi cara alarmada. ya debo de haber llegado a esa edad en la que empiezas a parecerte a tu padre tal como tú lo recuerdas de niño. Ya me gusta parecerme a él,sobre todo ahora que nos falta, pero me gustaría más poder imaginarme a Lluís de mayor. Y no. No sé si llegará nunca a mi edad, ni tampoco si lo deseo."
Llullu murió con 9 años de edad, el día 26 del pasado julio.
Nada en el libro me ha dejado indiferente.
Y en el libro de Màrius fue donde encontré el título del que leí a continuación, el tercero: "Una cuestión personal" de Kenzaburo Oé.
"Barcelona, 24 de abril de 2005.
Ayer fue el primer Sant Jordi en muchos años en que no fui a firmar libros. Por la mañana me quedé en casa releyendo, por tercera vez, la traducción castellana de la primera novela que Kenzaburo Oé publicó después de tener a su hijo discapacitado. La primera lectura la hice cuando el Llullu tenía meses. Josep Maria, un buen amigo a quien no he vuelto a ver, me la recomendó La segunda, una semana antes de entrevistar a Oé para el Canal 33, el 16 de marzo de 2004. Después de esta tercera lectura me he entretenido en la dedicatoria que me estampó aquel día, en la Casa Asia..."
Me fui derecha a la biblioteca a ver si lo tenían, lo pedí en préstamo y me metí de lleno en el papel de Bird, el personaje protagonista de la novela de Oé, un hombre que se debate entre el egoísmo y su corazón.
"- Esta vez sí que hiciste frente a los problemas -dijo el profesor.
- En realidad intenté zafarme varias veces. Y casi lo logro. Pero parecía que la realidad lo obligara a uno a vivir adecuadamente cuando se es parte del mundo real. Quiero decir que, aunque uno intente permanecer en la red del engaño, al final descubre que la única alternativa es salirse de ella. -Bird se sorprendió de la amargura contenida en su tono de voz-. Al menos, eso es lo que he aprendido.
- Hay personas que toda la vida van saltando de un engaño a otro, e igualmente viven en el mundo real."
Y se cierra el círculo en el número 3.