martes, 20 de enero de 2009

DeSeNcUeNtRo (1ª Parte)

columpio-y-pies

Buscaba pasión. Y por eso había marcado su número de teléfono. Un número que permanecía intacto en la memoria como si no hubiesen pasado los años. Conforme iba tecleando cada dígito sentía como la respiración se le aceleraba y aquel cosquilleo que empezaba en la boca del estómago para terminar en su sexo, la consumía con un calor irreverente. Se despertaban sentimientos que creía extinguidos.

Oyó el pitido del teléfono al otro lado. Uno. Dos. Tres veces. Y nadie descolgaba. Volvió a marcar de nuevo por ver si es que no había llegado a tiempo. De nuevo el pitido interminable. No estaba en casa. Y no quería llamarlo al móvil. Tal vez cuando volviese viera su número registrado en el teléfono y fuese él quien la llamara. Tal vez.

Se levantó del sofá y fue hacia la cocina. Sus planes habían sido echados por tierra en un segundo. Necesitaba verlo. Era un deseo imperioso que la estaba consumiendo desde hacía días. No podía pensar en otra cosa. Su cuerpo y su mente lo deseaban día y noche. No dejaba de pensar en cómo serían sus besos, sus caricias, en cómo susurraría al oído su nombre... Era una insensatez, un desatino. Pero él era todo lo que quería. Sentirlo en ella igual que late la sangre en una herida abierta. Y sabía que él estaba dispuesto. Se lo había dejado muy claro la última vez que coincidieron de copas. Sólo tenía que hacer esa llamada, y antes de que se marchase de la ciudad. No tenía mucho tiempo. Una semana.

Decidió salir a la calle a dar un paseo. Estaba desasosegada. Llamaría de nuevo a la vuelta. Cogió el bolso, cerró con llave y bajó las escaleras despacio. Iría al centro comercial. Se dejaría seducir por aquel conjunto de ropa interior blanco que había visto la semana pasada. Y lo compraría para él.

Después de caminar cinco minutos llegó a la tienda de lencería y pidió a la dependienta que le enseñase el conjunto. Suerte. Había su talla. Y se lo probó. Era precioso y no le sentaba nada mal ahora que estaba morena. Realzaba sus pechos. No pudo dejar de acariciar con la yema de los dedos el escote, el vientre y la tela bordada. Los pezones se pusieron de punta, la piel se erizó y un escalofrío la despertó de aquél instante llevándola a la realidad del probador minúsculo. Salió y entregó la tarjeta a la dependienta para que le cobrase. Entró a tomar un café y echar un vistazo al periódico. Por la noche televisaban una película que había visto en varias ocasiones pero que le gustaba siempre como la primera vez: “Elegir un amor”. Cambell Scott o Scott Cambell, como quiera que se llamase estaba impresionante. Incluso con el pañuelo en la cabeza para disimular su calvicie. Eso sí, cada vez lloraba más que la anterior. Un amor que se escapa de las manos, una vida que se apaga, un sueño que se difumina con la pérdida de la ilusión. Una historia triste con final, sino feliz, sí esperanzador.

Volvió a casa. Antes de nada fue a ver el teléfono para comprobar si había llamado alguien. Nada. La luz del aparato seguía apagada como cuando salió a la calle. Y volvió a marcar. Un primer pitido y:

- Diga
- Alberto, soy Ana
- Sí, te he reconocido. ¿Qué tal?. Acabo de llegar ahora mismo a casa. He visto tu número. Iba a llamarte ahora después de hacer un pís.
- Pues venga, ve al baño que te espero.
- No sabes como te lo agradezco.
- Estás en tu casa.
- Cuelga que te llamo yo en un momento
- Vale

Colgó y los minutos se le hicieron interminables hasta que el teléfono sonó de nuevo. ¡Dios!, ¿qué iba a decirle ahora? De pronto lo que antes tenía tan claro se envolvía en dudas y cavilaciones.

- ¿Ana?
- Hola, aquí estoy.
- Pues tú dirás
- La verdad no sé por dónde empezar
- Soy todo oídos. Cuéntame lo que quieras. Me encantará oirte.
- En realidad no tengo nada que contarte. Bueno, sí.
- Ay, Ana. Desmelénate. Dime lo que de verdad quieres decirme y no te cortes. Ya no somos unos niños. Me encantaría, que antes de irme, me descubras la mujer que vive en ti. Siempre dejas que se asome unos centímetros por el balcón y luego la escondes como si estuvieses jugando con una marioneta de un guiñol.
- Muy gráfico. Yo no lo habría explicado mejor. La verdad es que quería...
- ¿Echar un polvito?
- Joder, Alberto... eres un demonio. Dicho así va a parecer que estoy desesperada por acostarme contigo.
- ¿Y no es así?... Es de broma, tonta. No te asustes. Sé lo que quieres encontrar. Igual que sabes tú que yo no puedo darte todo lo que buscas. Mira no quiero hacerte daño pero Dios sabe que me encantaría hacer el amor contigo. En realidad es lo que más desearía en este momento.
- ¿Por qué estás tan seguro de todo?
- Yo no estoy seguro de nada. Simplemente sigo mis instintos y leo los tuyos en tus ojos cuando me miras. Y no lo digo con pedantería. Lo que sientes por mí me parece un regalo que no merezco pero el destino ha cruzado nuestros caminos. Y yo no voy a dejar de correr ese riesgo.
- ¿Qué riesgo? Tú mismo me has contado muchas veces que no piensas enamorarte jamás. Que “esos rollos” no van contigo. Que tú eres un espíritu libre y todas esas pamplinas que suenan bien pero con las que no estoy conforme.
- Un día el amor me puede pillar con la guardia baja.
- Además, te vas en una semana.
- Por eso, Ana. Verás, yo no iré a buscarte pero si tú vienes no te rechazaré. Ya lo sabes. No te engaño.
- Yo no puedo ir. Y tú también lo sabes. En cambio, si vienes tú... te dejaré entrar. ¿Por qué no vienes a cenar? Mañana entro de tarde y sé que tú ya estás de permiso con el traslado.
- ¿Me espías?
- Encontré a tu amigo Marcos ayer en el hiper y me lo dijo.
- Está bien. En una hora estoy ahí.
- Trae vino, por favor, no tengo en casa.
- Eso está hecho. Hasta luego.
- Hasta luego.

Encargaría la cena por teléfono a la pizzería de la esquina. Preparaban unas lassagnas exquisitas y así tendría tiempo de darse un baño. Eran las ocho, encargaría la cena para las diez y así le quedaría un margen de una hora para charlar y tomarse un vino. Hizo la llamada, puso la mesa en el comedor, encendió el equipo de música y se fue al baño. Y dejó que el tiempo pasase sin prisa saboreando cada burbuja de jabón que resbalaba por su cuerpo. Con los ojos cerrados sentía la caricia del agua caliente saliendo con fuerza de la cebolleta de la ducha y golpeando su cuerpo hasta dejarlo encarnado. Y se dejó envolver por aquél olor a amapola, té verde y mandarina.

El timbre de la puerta la sacó de su ensimismamiento. Y su corazón bombeó un latido brusco. ¿Quién sería? ¡Mierda!. Lo más rápido que pudo envolvió el pelo en una toalla pequeña y se puso el albornoz y las zapatillas. Y se acercó a la mirilla de la puerta. Seguro que era cualquiera que venía a ofrecer un seguro o a dejar una revista que nos advertía de que el mundo iba a acabarse. No había acertado. Giró la llave y abrió.

En el felpudo estaba Alberto con la botella de vino tapándole la cara y su sonrisa:

- Sabía que si venía antes de tiempo todo sería más espontáneo y así podría echarte una mano... para... preparar la cena.
- Mira que pinta tengo.
- Estás preciosa. ¿No vas a dejarme entrar?
- Pasa. Me vestiré enseguida –dijo Ana, dirigiéndose a su habitación.
- Bueno, la verdad es que así te veo perfecta.

Dejó la botella de vino encima de la primera mesa que encontró a mano y se acercó a Ana por detrás, abrazándola y la olió en el cuello, hundiendo allí su cara. Y desabrochó el nudo de su albornoz dejándoselo caer lentamente por los hombros hasta dar en el suelo. Giró a Ana lentamente hasta quedar frente a frente. Le sacó la toalla que le enroscaba la cabeza con una mano mientras con la otra le despeinaba el pelo corto de chico y dio un paso hacia atrás para verla un poco más lejos. De cuerpo entero. Alberto vio un cuerpo bonito en el que destacaba el triángulo del pubis oscuro y rizado más blanco que el resto de la piel. Y se acercó a besarla suavemente en la boca mientras la cogía en brazos para llevarla al dormitorio. Era un apartamento pequeño y las puertas estaban todas abiertas.

Ana no había articulado palabra pero él no se había dado cuenta. La depositó encima del edredón mullido con cuidado y empezó a desnudarse. Ana se incorporó porque no quería perderse ni un solo detalle de aquel cuerpo que había imaginado tantas veces mientras el deseo se manifestaba en la humedad de su sexo y en aquel calor inconfundible.

Cuando Alberto terminó de desvestirse tiró de los pies de Ana, despacio, dejándola de nuevo en posición horizontal. Y se echó a su lado apoyado sobre un codo, mientras con la otra mano recorrió su cuerpo, rozándolo suavemente con la yema de los dedos. Ana miraba la escena como si fuese una espectadora atónita y le dejaba hacer. El arqueo de su cuerpo delataba cada caricia.

Y Ana sintió la necesidad de tomar las riendas de la situación y empujó a Alberto para que fuese él quien se quedase en posición horizontal y se sentó a horcajadas sobre su sexo dejando caer el peso de su cuerpo sobre él, sin introducirlo. Y empezó a besarlo con besos pequeños. Jugando. Se acercaba a su boca para escaparse cuando él estaba a punto de responder al beso. Hasta oir como le pedía:

- Ana, por favor. Bésame. No seas mala, bésame.

Y entonces los besos fueron haciéndose más húmedos. Como chupones. Por los ojos, por el cuello, por la barbilla, rozando los labios de paso... dejándolo una y otra vez con el ansia de probar su boca por dentro. Sentir el roce de los dientes con la lengua y el sabor de su saliva. Y siguió besando su cuerpo. Alberto acariciaba sus pechos y jugaba con los pezones mientras ella besaba su bajo vientre. Su miembro estaba totalmente derecho cuando ella se lo llevó a la boca para chupárselo como si fuera una piruleta de fresa. Se lo metía en la boca y se lo sacaba para besarlo y lamerlo y volver a chupárselo con fuerza hasta mordérselo despacio.

Y volvió de nuevo a su boca dejando ahora que él la besara como estaba deseando. Con la pasión contenida del deseo de tantos meses atrás. Ana seguía sin decir nada mientras oía a Alberto como susurraba en su oído cuánto le gustaba.

Todos los hombres eran iguales. En cada acto de amor se enamoraban de la mujer con la que estaban mientras le daban placer. Y después.... después. Todo lo que importaba venía después. Después del sexo. Después del amor. Desechó ese pensamiento estúpido mientras introducía el pene de Alberto en su cuerpo. Quedaron así acoplados sintiendo un placer lacerante que les quemaba. Él tampoco podía ocultarlo. Sí, ella también había visto en sus ojos. También vio en sus ojos cuando empezó a moverse. Y escuchó sus gemidos y su nombre en su boca: Ana, Ana... Y ella se movía y se movía. Sorda. Y ciega. Había cerrado los ojos para ver su cuerpo por dentro. Aquella oscuridad salpicada por multitud de luces que se hacían más intensas cuánto más intenso era el grado de excitación.

Hasta que de pronto las luces se apagaron y de su garganta brotó un te quiero contenido y un sollozo ahogado. Él había alcanzado el orgasmo mientras ella había sentido como si hubiese subido a la montaña rusa y se hubiese quedado suspendida en el aire cabeza abajo.

Salió de su cuerpo con sigilo y se enroscó a su lado en posición fetal. Alberto la abrazó mientras le acariciaba el pelo. Subió el edredón para que no la cogiese el frío.

Y Ana se sumió en un sueño profundo, blanco. Y Alberto, también dormido, soñó que estaba en un parque jugando en los columpios con un niño pequeño que tenía el cuerpo menudo como Ana, y los ojos de Ana y la misma candidez en la sonrisa.

 

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21 comentarios:

matrioska_verde dijo...

Queridos amigos: Este texto fue uno de los primeros posts del blog y no tiene ningún comentario. Me gustaría saber vuestra opinión sobre él, ahora que ya hay más confianza... je je je.

Quise tratar con estos dos textos (1ª y 2ª parte) un problema bastante frecuente en las mujeres. Seguramente que algunos ya os habréis dado cuenta cuál es. Si no ha sido así, no preocuparos porque quedará claro en la 2ª parte que publicaré el jueves.

Si no es mucho pedir, me gustaría que me dijérais si os parece poco erótico o muy erótico o erótico a secas y si creéis que trato esta escena con elegancia y sin caer en algo puramente "carnal". Bueno, no sé cómo expresarlo, espero que entendáis los que quiero decir.

Escribir sobre sexualidad y erotismo es todo un reto. Siempre tengo miedo de pasar la línea o por el contrario, que me quede una historia rosa y blandita

Bicos y gracias anticipadas.

Carlos dijo...

Tu relato tiene olor a amapola, te verde y mandarina.

Es bellamente descriptivo, poderoso, intenso; ambos sabemos que contar la pasión es sumamente complicado. El relato me ha gustado mucho, sólo que creo que estas cosas pasan en el cine. :)

Creo que para los hombres el sexo es una función vital, inclusive más necesaria que comer, pero no así para las mujeres y esta por cierto no es una posición machista ni mucho menos, rara vez vez una mujer se entrega sin cortapisas al instinto, salvo que exista aunque sea, mínimamente, una llamita de amor. (y creo que Ana piensa como yo) :)

Dejo un beso recién duchado. :)

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu post, y fue una lástima no leerte antes y que te quedaras sin comentarios.

Para mi gusto, tiene el punto de erotismo y sexualidad justo. No cae en la obscenidad ni en la pornografía y trasmite mucha sensibilidad y erotismo. Me has transportado a la historia como si la viviera con toda esa carga de apasionamiento.

En cuanto a la postura que adoptamos las mujeres frente al sexo,a diferencia de los hombres,necesitamos mucho más ligarlo a sentimientos. Es en esa unión sexo-amor desenfrenado que sentimos esa plenitud orgásmica que tan bien has descrito.

Bicos para ti,

Wycherly dijo...

Me parece adecuado ni aqui ni para alla, a mi me a enganchado y ya espero la segunda parte.

la sirena esta en Mazatlan, Sinaloa México.
y el nombre en vd que no lo se.

un abrazo

Belén dijo...

Eso es mentira, el hombre no ama cuando folla, dice lo que nosotras queremos oír...

Besicos

P.D y si, es erótico... :)

TORO SALVAJE dijo...

Belén lo ha dicho perfecto.
Me ha gustao mucho el relato.

Besos.

Escéptica al revés dijo...

- Ay, Ana. Desmelénate. Dime lo que de verdad quieres decirme y no te cortes. Ya no somos unos niños. Me encantaría, que antes de irme, me descubras la mujer que vive en ti. Siempre dejas que se asome unos centímetros por el balcón y luego la escondes como si estuvieses jugando con una marioneta de un guiñol.
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Me gusta mucho el texto, y en él este párrafo. Lo he releído varias veces y me suena mucho algo parecido. :(
Ana tira para delante y en este caso, quien busca, encuentra.

Juanjo Montoliu dijo...

Me ha sorprendido que fuera de lo primero que escribiste en el blog. Se lee muy bien, y es una escena erótica bien construida, pero tiene otros ingredientes: sensibilidad, ternura, que lo enriquecen.

El final es de imaginar, por el título sobre todo, aunque esperaré a que lo publiques.

Besos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias por la reedición.
El texto (a falta de su continuación, que no buscaré para que me sorprenda) es excelente. Hay sensaciones muy reconocibles, como la del teléfono que se aferra a la memoria.
Me ha gustado también el cambio de tono de lo íntimo a lo coloquial (el pis).
No es un texto erótico: la escena sexual es necesaria y a ella se llega solo.
¿Es sólo una cuestión de las mujeres lo que relatas? No estoy seguro. Esperaré a decirlo cuando lea la segunda parte.

Paco dijo...

No se qu decirte salvo que me encanto su lectura... engancha que es lo importante... y decir que somos como somos,pura quimica...

saludos

Anónimo dijo...

yo creo q tiene su punto... creo q es bastante acertado: ni te pasas ni te kedas corta. Al menos para mi gusto ;)

salu2!

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

querida Aldabra, de literatura y composición como escritor no entiendo...si que emana pasión y deseo, estoy con Pedro en tres cuestiones no buscaré la continuidad, esperaré su edición... no es totalmente erótico son pasiones y deseos y pienso que no es solo cuestión de mujeres... y a belencita !ay¡... seguro que escuchais...no se, no se, tengo mis dudas....un abrazo

Don Peperomio dijo...

habrá que esperar a la segunda parte, pero de momento a mí me sonó muy Moccia.

Titajú dijo...

Hay momentos en la vida que sólo te apetece echar un polvo, y otros que necesitas amor (acompañado de sexo).
Si necesitas sexo, cualquiera vale. Bueno, cualquiera no. Tiene que ser alguien que dé y que reciba, y no sólo que reciba.
Cuando lo que necesitas es hacer el amor, no vale sólo sexo. Esta vez, o tienes pareja estable, o lo tienes difícil.
Lo que está claro es que para cualquiera de las cosas tendrás candidatos a mano.
En el primer caso les harás felices, y en el segundo también, porque sólo tienen que mentir para echarte un polvo.
Y por un buen polvo venden a su madre (y yo también).

matrioska_verde dijo...

Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios. Me encanta leer las diferentes opiniones.

Carlos: sinceramente creo que las mujeres no somos tan diferentes de los hombres, lo que más influye o ha influído en nuestros comportamientos son siglos de educación diferente que pesan sobre nosotras... pero eso se está acabando.

Adela: El sexo con amor siempre es mucho mejor, por supuesto, al menos para mí.

Wych: en breves minutos podrás leer la segunda parte.

Belén: No estoy de acuerdo contigo. Hay hombres y mujeres para todo por eso hay hombres que aman como nosotras.

Toro: No pienso como Belén por tanto no pienso como tú, Toro. Esta vez diferimos.

Nandara: Todo lo que se pueda escribir alguien lo ha vivido, a no ser claro está, la ciencia ficción.

Juanjo: No sé porqué te sorprende Juanjo. Hace muchos años que escribo y al principio fui poniendo los textos variados porque no sabía quién me iba a leer.

Pedro: es que todos hacemos pis, Pedro ¿o no?... je je... Creo que lo que trato en este relato en dos partes es sólo cosa de mujeres pero no te lo puedo asegurar... nuestros orgasmos son muy diferentes... aunque médicamente pues no lo tengo claro, la verdad.

Paco: cuando salta la química no hay quien la pare, es como querer ponerle compuertas al mar.

Anti-Yo: bueno, pues a ver si no me paso ni me quedo corta en la segunda parte.

Manuel: ya le he dicho a Belencita que no pienso como ella... es una pena que piense que los hombres sólo follan... quizá seáis más instintivos a la hora del amor pero una cosa no quita la otra.

Martín: no he leído a Moccia pero sé del fenómeno "Perdona que te llame amor" (¿es así?)... ojalá vendiera tanto como él... je je je...

Titajú: opino igual que tú... hay veces que te apetece sólo uno rapidito... otras uno más largo y pausado... todo va bien siempre que dos lo quieran... con amor o sin él, allá cada uno.

Bueno pues vamos a por la segunda parte.

biquiños,

jg riobò dijo...

Lo real es erótico y necesario.

Bambú Blanco dijo...

Querida Aldabra:

Tu texto me ha recordado a las novelas eróticas como "salvaje amor", "dónde la pasión nos lleve", "ríndete amor mío"... Me quedan dudas de si ella llega a "consumar" o solo se queda cabeza abajo en la montaña rusa...

Un besote.

horabaixa dijo...

Hola Aldabra,

Bonita historia. Le encuentro la parte erotica y también la parte emotiva.

Creo que no es igual el sexo con deseo y pasión que sólo por atracción. Además, se nota.

Me gustó. Y creo que para que tenga éste efecto, el encuentro debe ser casual. Normalmente, lo cotidiano, deja de ser casual, no se si me explico correctamente.

Bicos

matrioska_verde dijo...

Gracias chicos por pasaros, poco decir ahora, esperemos a la segunda parte.

biquiños,.

Teresa dijo...

Pues en mi humilde opinión y después de haberte leído en varios tipos de historias, creo que éste es tu perfil y que está escrito con elegancia y de forma que engancha.

matrioska_verde dijo...

Me alegra que pienses así, Bipolar, gracias.