viernes, 4 de enero de 2008

Congo nació una noche fría de invierno


Querido Congo:

Me gustaría que llegases a leer esta carta. No importa que lo hagas cuando ya estés lejos de aquí.

Te vas y no me siento triste porque sé que seguiré haciendo mi vida de siempre. Nada ha cambiado y es probable que nada cambiará hasta tu vuelta, tampoco los sentimientos que nacieron en mí. Estoy contenta de haberte conocido aún en el caso de que nunca más volviésemos a vernos.

Me gustas. No sé cuánto, ni cómo, ni hasta cuándo, ni por qué… me gustas.


La primera vez que estuvimos juntos ya supe que me gustaría volver a verte. Aquél día traté de retener los rasgos de tu cara, sin conseguirlo. Y aún hoy, después de habernos visto unas cuantas veces más, me resulta dificil. Puedo recordar tan sólo algunos gestos, tu forma de reir, tu tos, lo poco que me miras a los ojos cuando hablamos… y sobre todo recuerdo la sensación agradable de sentirme bien a tu lado.

Ya es muy tarde. Estoy sentada escribiendo en la mesa de la cocina y no me salen las palabras, a mí, que muchas veces me sobran. Quisiera poder estirar un poco más el tiempo porque me hubiese gustado besarte y averiguar a que saben tus besos…

No puedo seguir. Estoy muy cansada. Necesito acostarme y soñar…

Soñar que vienes conmigo al Faro, que descifro sus destellos para ti y que te los ofrezco como regalo de despedida:

Uno largo, uno largo, uno corto. Pausa. Uno corto, uno largo, uno corto. Pausa. Uno corto, uno largo. Pausa. Uno largo, uno corto, uno largo, uno corto. Pausa. Uno corto, uno corto. Pausa. Uno corto, uno largo. Pausa. Uno corto, uno corto, uno corto.

P.D.: Perdona mi atrevimiento.

2 comentarios:

begira... dijo...

bienvenida! nosotros también os seguiremos los pasos, a congo y a ti
besotes

literito dijo...

A veces, solo a veces, puede que el cristal empañado de aquella ventana, no nos deje apreciar la nitidez de la bruma.

Con cariño